En 2021, el actual vicepresidente de Estados Unidos, JD Vance, calificó a las universidades como “el enemigo”, en la Conferencia Nacional del Conservadurismo, y señaló: “Si queremos hacer lo que queremos por nuestro país y por sus habitantes, debemos atacar honesta y agresivamente a las universidades”.
El gobierno de Donald Trump ha convertido a las universidades, espacios tradicionales de análisis crítico y producción de conocimiento, en uno de sus principales objetivos, iniciado una ofensiva contra instituciones como Columbia y Harvard, a las que señala como promotoras de la “ideología woke” y del antisemitismo. Estas acusaciones han servido de justificación para aplicar sanciones financieras, amenazar con la pérdida de beneficios fiscales y dificultar el ingreso de estudiantes internacionales. El mensaje es claro: disciplinar a las universidades para que se alineen con una visión conservadora del mundo.
“Lo que estamos viviendo hoy día es un cambio y una lucha cultural, donde seguimos avanzando en la ampliación y profundización de los derechos, o volvemos atrás. Eso implica transformaciones culturales, y para eso las universidades siempre son un objetivo, porque en esta lucha, las universidades pueden ser un bastión que se oponga a eso que están tratando de imponer”, afirma Claudio Nash, doctor en Derecho y Coordinador de la Cátedra de Derechos Humanos de la 鶹.
En cuanto a la situación en Chile, Nash agrega que “en una unidad conservadora, no tengo duda alguna que la 鶹 sería un bastión. Hay que recordar que en 2019 hubo diputados diciendo que había un centro de formación terrorista en la Universidad, que era el ACAB, que bueno, era el Archivo Central Andrés Bello (...)
Sobre esto, la Dra. en Historia de la 鶹, académica en el Departamento de Trabajo Social de la 鶹, y perteneciente al Núcleo de Diversidades y Género: Abordajes Feministas Interseccionales de FACSO, Hillary Hiner, señala que “el golpe de Estado de 1973 nos enseñó que nunca se puede asumir que Chile está fuera de la posibilidad de intervención por parte de la ultraderecha. De alguna forma, esto de desmantelar el sistema de educación superior pública es algo que debemos tener presente, de ninguna forma podemos asumir que Chile es inmune a estas posibilidades”.
“La amenaza es de tal magnitud, que uno esperaría una universidad mucho más involucrada en esa discusión. Yo lo que esperaría es una universidad que levantara la voz frente a esta reducción en materia de derechos, en materia de conceptos básicos, como la democracia, la igualdad; una universidad con un planteamiento mucho más fuerte. La 鶹 no solo es una universidad pública, tiene un rol público al que no puede renunciar. Y yo creo que se espera más de la universidad de lo que estamos dando”, enfatiza Nash.
Es pertinente recordar que en 2021, diputados del Partido Republicano solicitaron a la 鶹 y la Universidad de Santiago información sobre “cursos, centros y programas de estudio que aborden estudios de género, ideología de género, diversidad sexual y feminismo”.
Restauración de la ideología conservadora
Claudio Nash afirma que desde el segundo mandato Trump, no solo estamos frente a una regresión autoritaria, sino frente a una fuerte restauración conservadora. “El hito clave fue el primer gobierno de Trump, porque es ahí cuando surgen, por primera vez, voces con un liderazgo internacional, como Estados Unidos, que abren la puerta a un discurso antiderechos, que pone en duda las obligaciones y avances en cuanto a derechos humanos, y empiezan a plantear los avances como retrocesos (...) el escenario actual es distinto, porque esa regresión inicial autoritaria tenía que ver con poner límites a los avances, por ejemplo, a los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres y derechos para la 鶹 LGBTI+, que son algunos de los temas que más resquemor causan en ese grupo. En cambio, hoy podemos hablar de una restauración conservadora, porque no se está planteando que estos avances deban detenerse, limitarse o moderarse. Se plantea directamente que tienen que volver a etapas anteriores, a momentos históricos marcados, precisamente, por la exclusión y la discriminación. Entonces la tendencia actual es mucho más compleja y mucho más peligrosa”.
Según el académico, esto marca una lógica distinta, porque en los últimos 30 años, la 鶹 internacional había vivido un proceso de ampliación y profundización de los derechos y de la participación democrática, que hoy están en riesgo.
Movimiento feminista en la mira
En los últimos años, se han logrado avances significativos en cuanto a los derechos de las mujeres y diversidades. Movimientos como #NiUnaMenos (2015) y #MeToo (2017), constituyeron un punto de inflexión en la visibilización de las violencias de género y en la lucha global por la igualdad, generando transformaciones en políticas públicas y reformas legislativas. No obstante, también desencadenó una intensa reacción por parte de los sectores conservadores, que ven en el feminismo una amenaza a los “valores tradicionales”.
Entre sus primeras medidas, el mandatario impuso una versión más estricta de la Ley "Mordaza Global", que prohíbe financiar a organizaciones que ofrezcan servicios o información sobre derechos sexuales y reproductivos, y firmó una enmienda que impone una definición estrictamente biológica del sexo, eliminando el reconocimiento de personas trans, no binarias e intersexuales.
Estos retrocesos no solo tienen impacto dentro de Estados Unidos. Su influencia política y financiera sobre organismos internacionales y programas de salud sexual y reproductiva genera un impacto global, incluyendo América Latina.
El de la Fundación Friedrich Ebert (FES, 2023-2024), bajo la dirección del Dr. en Ciencia Política, Cristóbal Rovira, se llevó a cabo en cinco países de la región, incluyendo Chile, señala: “Paralelamente al avance del feminismo, la región ha sido testigo del ascenso de actores de ultraderecha que han identificado el feminismo como un blanco central de sus agendas políticas. Estas fuerzas políticas, en línea con discursos conservadores globales, han promovido narrativas que presentan las políticas de igualdad de género (por ejemplo, los derechos sexuales y reproductivos y la educación sexual integral), como amenazas a los valores tradicionales y la familia (Biroli & Caminotti, 2020).
Claudio Nash concuerda con que actualmente estamos ante una contra ofensiva por parte de estos movimientos, pues, según afirma: “Toda transformación funciona como fuerzas que se oponen, que chocan y crean nuevas realidades (...) estas demandas implican, obviamente, transformaciones culturales, políticas, legislativas, incluso al interior de las familias. Entonces sí, estos movimientos, llamémosle, de liberación, han provocado una contra reacción muy fuerte. Esto no es algo que uno pudiera decir que era inimaginable”.
Consultada por esta arremetida, Hillary Hiner agrega que “para estos grupos hay temas que son “estelares”, por decirlo de alguna manera, y que tienen que ver con que lo que denominan “ideología de género”, que está supuestamente corrompiendo nuestra sociedad. Muchas de sus propuestas están relacionadas con esta idea de que los hombres tienen que volver a la masculinidad tradicional, ser proveedores, machos alfa, y culpan a las feministas de una supuesta epidemia de soledad masculina, porque somos muy exigentes, los culpamos sin razón, etc., entonces instalan todo este imaginario donde los hombres son las víctimas”.
Una de las conclusiones del estudio de la Fundación Friedrich Ebert (FES), afirma que “alrededor del 30% de la población encuestada respalda posturas antifeministas (…) En términos sociodemográficos, un patrón constante en todos estos países es que los hombres presentan una mayor inclinación hacia el antifeminismo en comparación con las mujeres, lo que sugiere que el género es un factor determinante en estas posturas, a diferencia de la edad o el nivel socioeconómico”.
Religión, política y redes sociales: una alianza global
“No se puede pensar en esta avanzada de la ultraderecha como algo que ocurre país por país, sino que es un fenómeno transnacional, centrado en una alianza entre iglesias evangélicas en conjunto con los sectores más conservadores de la iglesia católica, que son muy reaccionarios a los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, y a todo lo que tiene que ver con disidencias sexuales y de género”, señala Hillary Hiner.
El estudio anteriormente señalado, confirma que la religiosidad, especialmente en su expresión evangélica, se asocia a mayores niveles de antifeminismo e intolerancia religiosa, lo que es consistente en todos los países estudiados.
Otra característica de esta alianza es que cuentan con una articulación global. En América Latina, los casos de Brasil y Argentina son un ejemplo de esto. En el primero, el gobierno de Jair Bolsonaro se sumó al Consenso de Ginebra, una coalición internacional contraria al aborto, -medida que fue revertida por el presidente Lula Da Silva-. En Argentina, Javier Milei ha desmantelado prácticamente toda la institucionalidad de género, y fue el único país en votar en contra de una resolución de la ONU orientada a erradicar la violencia digital hacia mujeres y niñas. En Chile, esta articulación se evidencia en la participación del actual candidato del partido Republicano, José Antonio Kast, en la Red “Política por los Valores”, organización en cuyo manifiesto se declara contraria al aborto, defensora de la familia y del matrimonio entre un hombre y una mujer. Sus miembros provienen de diversos países, de todos los continentes.
Hiner advierte sobre otro aspecto característico de estos movimientos, que es el uso de las redes sociales para la propagación de su ideología: “Existe una alianza entre estos movimientos y Silicon Valley, que juega un rol importante en la difusión de fake news y toda la maquinaria de la ultraderecha, por medio de redes sociales. Esto es algo relativamente nuevo y es importante tomarlo en cuenta, sobre todo ahora con el avance de la IA, que ya no sabes qué es verdad y qué es mentira”.
En nuestro país, el ascenso de actores políticos de ultraderecha ha encendido señales de alerta. Según Nash, estas fuerzas siempre han estado presentes en nuestro país. “Hay una extrema derecha en Chile que es muy conservadora, y que está dispuesta a avalar, por ejemplo, el horror de la dictadura, no se hace problema con eso, porque es una derecha que ha perdido la vergüenza. Antes ese discurso estaba al interior de la familia o en espacios de mucha confianza. Hoy es en el espacio público, pero el discurso no es nuevo en Chile (...) Entonces cuidado, no estamos tan seguros, aquí hay un discurso que tiene campo para prender y campo para expresarse políticamente, y creo que lo que estamos viviendo es eso. Es un discurso que perdió la vergüenza y que está yendo por su porcentaje de la sociedad, y eso nos avizora años muy complejos. Entonces, sentirnos protegidos creo que es una falsa sensación de seguridad”.
El diputado Johhanes Kaiser es un representante de esta ideología. Entre otras afirmaciones, el candidato del Partido Libertario ha cuestionado el derecho a voto de las mujeres, catalogándolas de “orates”, señaló que cerraría el Ministerio de la Mujer, que las mujeres son cómplices de las violaciones, y que casi no existen mujeres que quieran quedarse en la casa para servir y dar placer al marido, entre otros dichos, y que apoyaría un golpe de estado.
Aunque en Chile y el mundo se han logrado avances importantes en cuanto a políticas de igualdad de género y diversidades, estos logros son frágiles. Discursos que niegan la violencia estructural, ridiculizan al feminismo o promueven visiones biologicistas del género están ganando espacio en la agenda, y la experiencia demuestra que cuando desde el poder se busca imponer una visión única del mundo, la democracia está en riesgo, y ningún derecho está garantizado.